Heroicas empresas digitales de Silicon Valley como Lending Club, Zopa, Kiva, y Prosper quieren poner a los bancos en los libros de historia. Estas empresas buscan conectar a prestamistas directamente con deudores sin usar los costosos e innecesarios servicios bancarios. Y lo están logrando… todo a través de Internet.
Por Pablo Majluf / Forbes.com.mx / Banca y negocios
Se llama peer-to-peer lending, o préstamo de punto-a-punto en español. Funciona como los polémicos BITtorrent, servicios donde gente que busca archivos digitales (películas, música, libros) se conecta con gente que los tiene y los quiere compartir. Unos suben los archivos, otros los descargan. Muy sencillo.
Bueno, pues con el dinero sucede prácticamente lo mismo. Supongamos que un prestamista quiere colocar 20,000 dólares de deuda a una tasa de interés equis, por ejemplo 3% anual; ¿qué hace? Busca a una de estas empresas, sube su dinero a la red, un algoritmo identifica a un deudor dispuesto a pagar esa tasa, se efectúa una conexión, se transfiere el dinero y –tan tan– el banco se queda ipso facto fuera de la jugada. El prestamista y el beneficiario no se conocen –ni se conocerán– pero uno tiene algo que el otro necesita.
Lending Club, la empresa líder en este incipiente mercado, ya ha facilitado, desde que se fundó en 2007, conexiones de deuda por un valor superior a los 4,000 millones de dólares. El éxito reside en que los prestamistas obtienen una tasa de interés más alta de lo normal, y los deudores una más baja. Como no hay intermediario, sino que la transacción es directa, el prestamista puede pedir un poquito más de lo que le daría un banco, pero un poco menos de lo que un banco le cobraría al deudor. En pocas palabras, el algoritmo empata a prestamistas y deudores justo en el margen de ganancia de los bancos. La empresa obtiene una muy pequeña comisión y todos ganan.
Desde luego que, por el momento, el quid pro quo es el riesgo. Un prestamista no sabe a quién le está prestando, y empresas como Lending Club no se hacen responsables de la morosidad: si un deudor no paga, el prestamista tiene que asumir la pérdida. Y ése es precisamente uno de los argumentos que los bancos utilizan para justificar su existencia.
Sin embargo, la misma tecnología ha ido disminuyendo los riesgos del famoso default. Por ejemplo, a través de sólidos perfiles psicológicos de los deudores, sistemas de puntuación para calificar la puntualidad, opciones de diversificación para los prestamistas, etcétera. De modo que hoy, según reportes de la empresa, la morosidad ronda el 4% –mucho menos que la de los bancos comerciales (47% en tarjetas de crédito en EU).
Este modelo aún está en la cuna. Según la revista The Atlantic, en el primer trimestre del 2014, Lending Club registró un total de 56,557 transacciones por un valor aproximado de 800 millones de dólares. Si lo comparamos con los 47,000 millones que JP Morgan Chase obtuvo en el mismo periodo –solamente en su rama de deuda comercial–, la desproporción se vuelve evidente. Sin embargo, el futuro es promisorio. La empresa crece a un 40% anual y hoy vale 520,000 veces su ingreso neto. Además, importantes inversionistas de riesgo –los famosos venture capitalists– le han estado inyectando grandes cantidades de dinero a esta y otras empresas similares.
Sería aventurado predecir un futuro inmediato sin bancos. Aún no se ve la forma de prescindir de estos gigantes para financiar los grandes proyectos de la humanidad –en construcción, ingeniería civil, industria, armamento, guerras, desarrollo científico, entre otros–, pero tampoco es descabellado. De hecho, algunos algoritmos están empezando a experimentar con la unión multitudinaria de prestamistas, de manera que la cantidad de dinero no sea un impedimento.
Pero por el momento todo parece apuntar a que el peer-to-peer lending se limitará a la banca de consumo, en la que, para fortuna de millones de personas excluidas del proceso crediticio alrededor del mundo –tanto prestamistas potenciales como deudores abrumados–, los bancos tendrán un serio competidor.
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