En general, en cuanto surge algún problema en la economía global y comienza a aumentar la ansiedad, quienes se dedican a administrar dinero lo resguardan en un refugio que consideran impenetrable: el dólar estadounidense.
PETER S. GOODMAN / The New York Times
Sin embargo, después de que el presidente Trump amenazara el miércoles con desplegar “fuego y furia” contra Corea del Norte, algunos inversionistas en el mundo comenzaron a vender dólares. Lo mismo ocurrió en junio, cuando Arabia Saudita y otros países árabes impusieron un embargo en Catar que desató una tensa crisis en la zona petrolera del golfo Pérsico. El dólar también cayó en julio después de darse a conocer la decisión del presidente ruso Vladimir Putin de expulsar a 755 diplomáticos estadounidenses, una medida que intensificó las tensiones entre las dos potencias.
En lo que va del año, el dólar ha caído casi un ocho por ciento con respecto a una canasta que incluye a muchas de las principales monedas del mundo.
El dólar mantiene su posición como el instrumento dominante en el comercio global y no hay probabilidades de que esto cambie en un futuro próximo. Sin embargo, quienes realizan operaciones con divisas han percibido señales especulativas de que el dólar va perdiendo terreno, ya que los mercados batallan para adaptarse a las acciones nada ortodoxas del hombre encargado de dirigir al país que imprime esa moneda.
La presidencia de Donald Trump se ha desviado tanto de las normas aplicables a las relaciones internacionales que se ha colado cierta incertidumbre en las proyecciones para los planes de Estados Unidos.
En cierto sentido, el dólar se ha vuelto un medio de expresión internacional para externalizar opiniones sobre la política estadounidense. El valor de esta moneda es un indicador que refleja la confianza del público en que Trump conseguirá sus metas económicas, pero también su inquietud ante la posibilidad de que realice declaraciones impulsivas.
“Al margen, quizá los inversionistas se muestren un poco más cautelosos y no den por hecho que el dólar es un refugio seguro”, dice Jeremy Cook, el principal economista de la empresa World First, que tiene oficinas en Londres y realiza transacciones con divisas. “Lo cierto es que la opinión generalizada en cuanto a la viabilidad del gobierno de Trump no ha ayudado en absoluto. Siempre existe el riesgo de que durante la madrugada Trump publique un tuit que afecte al dólar”.
Desde antes de la toma de posesión de Trump, muchos inversionistas mostraron optimismo por el llamado Trump trade, la apuesta de que los planes de aplicar recortes fiscales, simplificar normas y hacer inversiones considerables en infraestructura del nuevo presidente impulsarían el crecimiento económico. El mercado de valores respondió favorablemente a esta fórmula. Durante la gestión de Trump, las acciones estadounidenses han alcanzado cifras récord, potenciadas por las enormes ganancias de las empresas y el evidente optimismo de los ejecutivos.
Sin embargo, esta apuesta daba por hecho el ascenso del dólar gracias a la oleada de inversiones que atraería Estados Unidos para explotar nuevas oportunidades de crecimiento.
Pero la presidencia de Trump ha provocado tal turbulencia que ha empañado esas expectativas. Trump se ha dedicado a designar y despedir a funcionarios experimentados como si estuviera en un programa de televisión. Además, una serie de revelaciones han agravado las dudas sobre supuestos actos de complicidad de los aliados de Trump con Rusia para influir en las elecciones estadounidenses. Gran parte de sus planes están estancados.
“Es poco probable que se concreten las enormes inversiones, la reforma fiscal y el crecimiento económico que se esperaban en Estados Unidos”, lamentó Ian Goldin, exvicepresidente del Banco Mundial y profesor de Globalización y Desarrollo en la Universidad de Oxford. “Impera un estado de ánimo peculiar que se amplifica cada vez que ocurre un desastre en la Casa Blanca o se difunde un nuevo tuit”.
Las iniciativas de Trump para favorecer el crecimiento han quedado marginadas y la Reserva Federal ha aumentado las tasas de interés, lo que ha reprimido la expansión de Estados Unidos. Al mismo tiempo, Europa, que por mucho tiempo ha sido un tema delicado en la conversación económica global, ha dado señales alentadoras de solidez.
La economía de España ha recuperado la situación que tenía antes de la crisis. Francia eligió como nuevo presidente a Emmanuel Macron, quien ha animado las esperanzas de que se obtendrán resultados en cuanto a crecimiento. Incluso Grecia, que todavía lleva a cuestas deudas descomunales, ha dado algunas señales de mejoría últimamente.
En vista de estos cambios, los inversionistas han preferido vender sus activos en dólares y cambiar sus inversiones a euros. Desde enero, el dólar ha bajado más de un once por ciento con respecto al euro.
“Los mercados de divisas no evaluaron bien la fuerza de Europa”, indicó Adam S. Posen, un exfuncionario del Banco de Inglaterra y actual presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington. “Ahora intentan recuperar terreno”.
El tipo de cambio del dólar se ha deslizado incluso con respecto a monedas de algunos países en situación precaria.
Desde principios de enero ha perdido más de un seis por ciento en relación con la moneda de Japón, el yen. La solidez del yen quizá se deba a que la economía japonesa ha dado señales de mayor actividad, a pesar de que su gobierno enfrenta una serie de escándalos.
Después de que el Reino Unido decidiera abandonar la Unión Europea el año pasado, la libra se desplomó y, en consecuencia, subieron los precios de las importaciones y bajó el ritmo de crecimiento. Ahora el Reino Unido está enfrascado en un difícil proceso de separación que al parecer pondrá fin a su participación en el extenso mercado común europeo y pondrá a sus exportaciones en una posición peligrosa. Aun así, la libra ha subido más de un siete por ciento con respecto al dólar desde mediados de enero.
Para los exportadores estadounidenses, la consecuencia de la debilidad del dólar es que sus productos se abaratan en los mercados mundiales. No es ninguna coincidencia, por lo tanto, que las empresas multinacionales que operan en Estados Unidos hayan experimentado un alza en sus ingresos.
Con el dólar más débil también es más barato vacacionar en Estados Unidos, por lo que este país atrae a más turistas internacionales y se generan más empleos en la industria hotelera.
No obstante, en vista de que Estados Unidos importa más de lo que exporta, en realidad una baja en el dólar implica un aumento en los precios de los artículos para los consumidores estadounidenses, desde la ropa hasta los productos electrónicos y las herramientas.
Es posible que a Trump le parezca bien que el dólar baje de precio. Ya ha dicho que prefiere que el billete verde sea más barato para facilitar a las empresas estadounidenses vender productos en el extranjero. Se ha expresado en contra de algunos países que tienen un amplio superávit comercial con Estados Unidos, como China y Alemania, además de acusarlos de aprovecharse de algunas monedas infravaloradas.
Sin embargo, si un dólar debilitado es parte de los propósitos de la administración, no parece cuadrar con otros elementos de sus planes. Desde enero, el dólar se ha deslizado casi un cuatro por ciento con respecto a la moneda de China, el renminbi. Además, algunos funcionarios del gobierno de Trump han estado trabajando en una investigación que podría conducir a la imposición de sanciones a China por prácticas comerciales injustas.
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