Desde el confinamiento de su casa en la bahía de San Francisco (EEUU), con 50 millones de lectores súbitos y convertido en referencia mundial para entender cómo se expande la pandemia del coronavirus, el ingeniero español Tomás Pueyo alaba a Asia y critica la respuesta de Europa y EE.UU.
EFE / BANCA Y NEGOCIOS
«Con el coronavirus empecé a analizar datos y ponerlos en Facebook para mis amigos, y vi que tenían bastantes reacciones. Un día un amigo me pidió que lo pusiese para enviarlo a amigos en París para que cerrasen sus empresas. Pensé que tendría 10.000 visitas, pero no te imaginas que vaya a tener 50 millones», explica Pueyo, nacido en Nantes (Francia) y criado en Madrid, en videoentrevista con Efe.
Ante la creciente amenaza del coronavirus y su expansión a Europa y América, el artículo con el título del «El martillo y la danza» se convirtió en viral y fue utilizado como referencia por economistas, políticos y expertos en salud pública.
La idea es sencilla: primero aplanar el pico de contagios con medidas de distanciamiento social, test masivos y rastreo de contactos (el martillo) para luego controlar la evolución según el riesgo (la danza).
El resultado del éxito del artículo fue una lluvia de contactos para asesorar a países y gobiernos.
«Públicamente, Perú, en Alemania, en Bulgaria. Otros se han puesto en contacto conmigo a nivel privado para que les ayude, así que ha sido bastante impresionante», remarca a Efe este ingeniero de apenas 33 años, experto en crecimientos exponenciales.
Para Pueyo, la clave «consiste en tener la información correcta, eso son dos tercios del trabajo, el otro tercio es ponerlo de una manera consistente y que sea fácil de digerir».
«Mi primer post fue el 20 febrero, y entonces Taiwán ya eran expertos infinitos, ya habían hecho todo lo que tenían que hacer, había epidemiólogos que llevaban meses advirtiendo. No hice nada nuevo, simplemente agregué esa información en un sitio», agregó Pueyo, actualmente vicepresidente de la Course Hero, una empresa que gestiona recursos online para estudiantes en Silicon Valley.
Desde entonces la epidemia, cuyo brote surgió en Wuhan (China) a final del año pasado, se extendió rápidamente por el planeta y se convirtió en pandemia con más de 100.000 muertos y 1,7 millones de contagiados.
Sobre Europa, lamenta la falta de preparación ante lo que se veía venir.
«Hay un país que la mayoría de la gente no menciona que es Alemania. Tienen un testeo perfecto y saben exactamente dónde están los casos. Luego no ha tomado las medidas que deberían tomar para reducir la expansión, pero al menos estaban preparados mucho mejor que España e Italia», argumenta sobre los dos países con más casos y fallecidos por el coronavirus en Europa.
«También te diré que Italia tenía que haberse dado cuenta antes, pero al menos fue el primer país de Europa en el que pasó. El resto de países no tiene excusa: has visto lo que ha pasado, estás exactamente en la misma trayectoria y no tomas medidas, no tiene sentido», remarca.
«Y luego el Reino Unido -sostiene- que casi es el peor de todos, y tardó diez días más en tomar la misma decisión».
Asimismo, es muy crítico con la reacción por parte de Estados Unidos, que es ahora mismo el epicentro de la pandemia con más de 500.000 casos, uno de cada de tres casos de todo el mundo; y 20.000 muertos, el mayor número global, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Como explicación, Pueyo apunta a una concatenación de factores en EEUU: la diferencia rural-urbana, que hace que el virus llegue antes a las ciudades y de sensación de protección temporal a las zonas rurales; el peso cultural de la libertad individual y la separación de soberanía entre los estados y el gobierno federal.
«La importancia visceral de la libertad individual ha sido un problema aquí, ya que necesitas tomar decisiones colectivas y eso a los americanos aquí les crea rechazo», asevera.
Pueyo agrega como «otro punto la separación de soberanía entre estados y gobierno federal, algo que no tienes en otros países. Esta es una situación en la que quieres que el nivel más alto tenga una notoriedad más clara, en este caso el federal, y no se ha hecho», dijo en referencia a la falta de respuesta contundente por parte del presidente Donald Trump.
«Entonces, te encuentras con 50 minipaíses (los estados de EEUU), que no tienen experiencia epidemiológica, que no tienen ni idea de qué hacer, y están comprando máscaras, y ventiladores y test, compitiendo los unos con los otros, y subiendo los precios para todos. Tienes un rol a nivel federal que es clave, y no se ha tomado, y es uno los únicos casos en el mundo donde ha pasado», alerta.
De cara al futuro, sin embargo, muestra un prudente optimismo.
«Siempre he dicho que soy pesimista a corto plazo y optimista a largo plazo, ahora estoy haciendo esa transición», aclara.
«Lo peor ha pasado -prevé- pero tenemos que estar listos para la danza. Hay países como Dinamarca o Austria que quieren empezar a reducir las medidas, y en algunos casos habrá rebrotes. De aquí a un par de meses la mayoría de países habrá aprendido a controlar esto de manera que la vida sea razonablemente parecida a lo que había antes hasta que haya una vacuna».
Como receta, plantea un elemento básico que ha mostrado su efectividad en China, Taiwán o Hong Kong y ayuda al control mientras se eleva el número de tests y se afina el rastro de contactos: «El transporte público sin mascarillas, eso me parece un suicidio».
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