Aunque la frontera está cerrada, continúa el comercio ilegal entre Colombia y Venezuela. El negocio sigue siendo comprar combustible en moneda local y venderla al cruzar el país vecino
DÁMASO JIMÉNEZ / EL NACIONAL
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La distancia entre Maracaibo y Paraguachón por la carretera Troncal del Caribe es de 118 km. En esta población del estado Zulia se encuentra el último punto de control antes de llegar a Colombia, a solo ocho kilómetros de Maicao. Sin alcabalas, la ruta puede cubrirse en 2 horas y 6 minutos, lo que requeriría un consumo de entre 8 y 10 litros de combustible por viaje de ida o de vuelta, dependiendo del motor del vehículo y de la odisea de pasar por una zona que se encuentra extremadamente militarizada.
En el camino abundan los viejos carros Ford Fairlane 500 y los LTD destartalados, y de vez en cuando aparece un suntuoso y muy bien conservado Caprice repotenciado, modelo 1981, que se han convertido en las unidades de transporte por excelencia para contrabandear combustible. Cada uno puede cargar 100 litros de gasolina de una sola surtida.
Muy temprano en la mañana, antes de cruzar la frontera, cientos de contrabandistas llenan su tanque con gasolina de 91 octanos. Por cada viaje que se hace en vehículo de ocho cilindros se obtienen 50.000 bolívares de ganancia por la venta de la gasolina en el mercado negro de Colombia.
Poco antes del aumento del combustible, anunciado por el presidente Nicolás Maduro en febrero, había 19 alcabalas entre el Comando Regional 3 de la Guardia Nacional Bolivariana, en Maracaibo, y Guarero, poco antes de Paraguachón. A consecuencia del estado de excepción, que venció en enero pero que aún se mantiene, ahora hay solo tres ubicadas en Las Guardias, Paila Negra y Río Limón. El paso a veces puede ser fluido o encontrar largas y tediosas colas, dependiendo del humor del funcionario militar a cargo.
Los indígenas wayuu se quejan del abuso constante del que son víctimas. Los efectivos de la GNB suelen despojarlos de la comida y los productos de primera necesidad que traen desde Maracaibo. Afirman que la situación es distinta cuando se trata de un viejo vehículo de ocho cilindros que pasa silencioso por estos puestos de control. Los efectivos militares se muestran más laxos con los conductores.
Ana Fernández es oriunda de Paraguaipoa, otra población cercana a la frontera. Tiene una familia grande y dice que el contrabando encareció todo en La Guajira. Se lamenta que cada vez que viaja desde Maracaibo para comprar comida los efectivos militares la despojan de sus alimentos y la discriminan como bachaquera.
Todo se centra en la gasolina. Ramón Uriana vive en Sinamaica. Viajaba los domingos a Maracaibo para buscar alimentos, pero dice que ya no hay nada que traer. Señala que ahora la situación se revierte porque los productos viajan de Colombia a Venezuela y la gasolina es una moneda de pago en el vecino país que sirve para adquirir pesos, dólares y también alimentos colombianos.
“Aquí todo se calcula en gasolina y aunque la frontera sigue cerrada es llevada por las trochas hasta el lado colombiano de la frontera”.
En la vía abundan los pimpineros que expenden botellones de agua de cinco litros con gasolina entre 1.700 y 2.500 bolívares. En Paraguaipoa, en cambio, se vende por puntos. Un punto son 20 litros de combustible y cada punto se comercializa entre 5.800 y 7.800 bolívares.
Del lado colombiano de La Guajira abundan los pimpineros que se ven en las vías principales de Maicao, Barrancas, Albania y Riohacha. Las estaciones de servicio que expenden legalmente en la zona han ido cerrando por falta de personal y de clientes, ya que la mayoría prefiere surtir el vehículo con la gasolina venezolana que entra de contrabando y se expende en la carretera.
El economista y profesor universitario Ronald Balza señala que existe una gran distorsión generada por los controles de cambio y de precio que, sin embargo, no han afectado en nada el precio de la gasolina durante 17 años a pesar de las fuertes devaluaciones. En Colombia el precio de la gasolina sí aumentó debido al incremento de los precios internacionales de crudo, lo que hizo más preciado y lucrativo el contrabando en la frontera desde una zona tan llena de caminos ilegales como La Guajira.
“Hay quienes pueden comprar gasolina en bolívares, cruzar la frontera, venderla en pesos, utilizar los pesos para comprar más bolívares, regresar a Venezuela y nuevamente comprar gasolina barata hasta cerrar el ciclo comprando dólares al precio del paralelo. Esto genera una gran presión en la frontera, no solamente sobre la gasolina sino sobre el resto de los productos para los que existe esa misma oportunidad, porque cualquiera que compra bolívares los compra al tipo de cambio en la frontera y no a los cambios oficiales que el gobierno pretende imponer”, asevera Balza, quien aclara que el contrabando de gasolina no responde al precio oficial del dólar en Venezuela, sino al precio del peso en bolívares en la frontera.
“Aquí todo se calcula en gasolina y aunque la frontera sigue cerrada es llevada por las trochas hasta el lado colombiano Ramón Uriana, Habitante de Sinamaica de la frontera”.
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