Reestructuración. Esa es la palabra clave para Sony, que este año perderá US$ 2.100 millones, según sus propios estimados.
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¿Cómo llegó al borde del abismo? La venta de smartphones no es lo que esperaba. El relativo éxito la línea de teléfonos Xperia llegó un poco tarde al boom de los celulares inteligentes, liderado por Apple y Samsung. Además, firmas chinas de bajo coste también han mermado en la competencia.
“Para Sony, el crecimiento se ha estancado abruptamente. Su participación en el mercado global de smartphones había caído a 3,1% en junio, cuando un año antes tenía 4%, mientras que las de Huawei, Lenovo y Xiaomi, las marcas chinas líderes, aumentaron”, indicó un artículo de The Economist.
Las cifras en negativo también se registran en la performance de Sony en la Bolsa de Tokio. Tras anunciar que no pagará dividendos en este año fiscal en curso por primera vez desde al mercado bursátil, sus acciones cayeron un 12%.
El periodo negro que hunde las ganancias de Sony se originó con la crisis del 2008. Sony se vio obligada a cerrar 57 plantas y despedir a cerca de 8.000 trabajadores de su división de electrónicos a nivel mundial.
En los últimos años, Sony ejecutó varias acciones para salir de agujero: vendió su división de computadoras Vaio y se quedó solo con el 5%, independizó su unidad de televisores y le quitó 5.000 empleados,
Ahora, la salida es apostar con fuerza a los videojuegos. La división de entretenimiento computarizado ha vendido 10,3 millones de PlayStation, lo que representa el doble de las ventas del Xbox de Microsoft. La esperanza recae en las ventas del PlayStation 4. Su unidad financiera también es altamente rentable.
Además, el CEO de Sony, Kazuo Hirai, y el nuevo director de Finanzas, Kenishiro Yoshida, trabajan para forzar a la alta gerencia a dejar de lado ambiciones inalcanzables y romper con su estructura organizacional.
“Muchos se preguntan si Hirai, quien entró a trabajar en la compañía en 1984, posee la bravura para reducir el tamaño y el número de sus divisiones.
Su compromiso de volver a obtener una utilidad para el 2016 parece ambicioso, y es una promesa que no puede darse el lujo de romper”, indica The Economist.
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