La realidad de los hechos en esa región refleja que las zonas mineras han sido invadidas por la explotación ilegal del oro que ahora está en manos de bandas armadas que se disputan los territorios
FRANCISCO OLIVARES | EL UNIVERSAL
El pasado martes 8 de abril se produjo el asesinato de dos militares: el teniente coronel (Ej) León Ernesto Solís, quien era el comandante del fuerte Tarabay ubicado en Tumeremo, en el estado Bolívar y el sargento Gustavo Flores, quien era el conductor de la camioneta en la que se desplazaban. Fue un ataque armado por uno de los grupos que operan en la zona, presuntamente vinculados a la explotación y el tráfico de oro. Este tipo de hechos se repiten constantemente en la zona y las organizaciones criminales son conocidas por quienes habitan en esa región y están sometidos a su poder.
Sin embargo, inmediatamente, el presidente Nicolás Maduro ofreció declaraciones sobre el lamentable hecho; y al señalar que “fueron acribillados por una banda de asesinos que más temprano que tarde conseguiremos” acusó directamente a “grupos conspiradores del guaidocismo” como autores de los asesinatos. Dijo que todo forma parte de un plan para “atacar a efectivos de las Fuerzas Armadas”. Es decir que para el gobierno de Maduro sería un atentado por razones políticas.
Pero, la realidad de los hechos en esa región refleja que las zonas mineras han sido invadidas por la explotación ilegal del oro que ahora está en manos de bandas armadas que se disputan los territorios y el mercado ilegal del oro que deja dividendos mucho más apetecibles que el narcotráfico. Los mineros ilegales o garimpeiros tradicionales han sido sometidos y desplazados por estas nuevas organizaciones.
Se trata de distintas bandas armadas que operan en la región en las que se destaca el ELN, disidencias de las FARC y Las 3R, entre otros grupos, quienes se han enfrentado por el control del territorio y por lo cual se han registrado asesinatos masivos. Aunque el gobierno intentó mantener el control de la explotación aurífera en la región, las bandas se hicieron cada vez más poderosas, manejan muchos recursos y poseen armas de guerra. Una gran parte de la producción sale por vías ilegales al mercado internacional y otra es entregada a factores del gobierno. Las operaciones ilegales han sido verificadas en las cuantiosas incautaciones en otros países de aeronaves provenientes del sur de Venezuela.
Si bien estas operaciones nada tienen que ver con el enfrentamiento político del madurismo y la oposición, el tráfico ilegal ha sido un elemento que ha fortalecido a los grupos armados que apoyan al gobierno de Maduro como lo es el ELN y la disidencia de las FARC.
La destrucción de la región y de sus reservas naturales será otra de las deudas que tendrá que rendir el chavismo a las futuras generaciones. Con cinismo el oficialismo muestra en cadenas televisivas los lingotes de oro que de allí emanan, como muestra de riquezas que no parten de la creación del valor agregado, del trabajo, del desarrollo económico y social, de beneficio a las poblaciones que allí habitan, para un producto que no se traduce en beneficio para la sociedad.
Detrás de esos lingotes que se celebran como éxito revolucionario se ocultan las guerras entre bandas, el paludismo extendido, devastación de la Gran Sabana, los ríos convertidos en sedimentos contaminados, los bosques desaparecidos y los jóvenes de pueblos originarios transformados de guías turísticos orgullosos de sus tierras, en mineros esclavizados por las mafias.
Las recientes medidas tomadas por Estados Unidos cierran el círculo a las posibilidades de financiamiento para estas organizaciones. La operación militar en el Caribe no solo apunta a darle un golpe al narcotráfico en la región; sino a romper las finanzas de todas las fórmulas de financiamiento que los grupos irregulares han diversificado en la que el tráfico ilegal de oro se ha convertido en un nuevo mecanismo.
Cuando Maduro acusa a Guaidó de estar detrás del asesinato de militares en la zona minera, se olvida de la verdadera razón de la destrucción de esta parte fundamental del país. Detrás de estas muertes está el drama que acaba con la vida y con el futuro de las nuevas generaciones.
Twitter: @folivares10
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