Daniela Romero Nava / Panorama
Ilustración: Moira Olivar
“Hay que buscarle el queso a la tostada”, dicen algunos, ¡y vaya que hay quienes se la encuentran!. Sino que lo digan los que ahora venden un billete de 100 bolívares por 140. Así como lee. Como un mecanismo inaudito, ahora el billete venezolano de mayor denominación es comercializado en Colombia a cambio de una comisión.
“¡Muchacha! ¡Coroné!”, le dice Javier, un taxista, a su pasajera cuando ésta le paga la carrera con un billete de 100 bolívares, en Maracaibo. Sin titubeos, acomoda el retrovisor para mirar a la cliente y explicarle que con su billete completa los 5 mil bolívares “en puros de 100” y muestra la paca con la sonrisa “de oreja a oreja”.
Ante la mirada interrogante de la pasajera, José argumenta su comentario: “Es que este fin de semana salgo a Colombia a venderlos, porque por cada uno de ellos me dan 140 bolívares, es decir, 40 de ganancia”.
La mujer se baja del taxi intrigada por la nueva modalidad que ahora prolifera y que parece desprenderse del denominado bachaqueo. El mecanismo se relaciona con otro tipo de “intercambio” entre los dos países, por supuesto, al margen de la ley y, al igual que como a Javier, tiene a muchos criollos atravesando la frontera hasta la hermana república para “hacer maraña” con la moneda venezolana, vendiéndola a los cambistas o a particulares directamente.
Éste parece ser “un negocio” que se acentúa y al que se le ve dejar el rastro al entrar a la ciudad colombiana fronterizos de Cúcuta por el estado Táchira, o al municipio Maicao (departamento colombiano Guajira), por el Zulia. Así lo cuenta Javier, quien afirma que se trata de la venta de la moneda venezolana, exclusivamente de billetes de 50 y 100 bolívares, a cambio de una comisión de 40 bolívares por cada cien, en billetes de menor denominación o pago electrónico.
“El negocio consiste en llevar billetes, preferiblemente de 100 o de 50 y traerte 140, es decir, 40 por cada cien, pero en billetes de menor denominación, como de 20 bolívares, por ejemplo, o mucho más fácil, a través de transferencias electrónicas”, explica el profesional del volante de una reconocida línea de taxis en Maracaibo, quien realiza el viaje hasta Maicao para vender sus billetes y llevar a otros pasajeros, que hacen lo mismo y le pagarán la carrera.
Al llegar en tierra colombiana Javier se dirige a cualquier cambista que luego contribuye con que esos billetes atraviesen la frontera de regreso, pero esta vez de manos de colombianos que tienen familia en Venezuela o que vienen a comprar productos regulados y otros insumos para pasarlos de contrabando a Colombia.
La versión la confirma Omar Rodríguez, comerciante marabino residenciado en Valledupar y quien vive de cerca “cómo se bate el cobre por los cobres” en la tierra del vallenato y la parranda.
“En Maicao hay una calle completica llena, de extremo a extremo, de cambistas sentados con sus laptos en las que el venezolano llega a vender sus billetes tal como si llegaras a la taquilla de un banco, da su número de cuenta y se le hace la transferencia de una vez con su ganancia”, asegura Rodríguez.
La escena evidencia una gran demanda de la moneda venezolana en Colombia, y tras ella revela las razones por las que ése se ha convertido en un mercado feroz, ansioso por filtrar “los verdes y marrones” para regresarlos después a Venezuela luego de comercializarlos en tierra colombiana y obtener una mayor ganancia en pesos.
¿Los compradores?: Aquéllos que han encontrado en la adquisición de productos en Venezuela “el negoción de la vida” al pagarlos en bolívares y revenderlos en Colombia con una ganancia de hasta 1.000% en muchos de los casos.
“Por una inversión de 100 bolívares en productos de aseo personal comprados en Maracaibo, aquí te ganas 1.000 bolívares”, asegura el comerciante radicado en Valledupar.
Mientras las caras de Simón Rodríguez y el Libertador se van desapareciendo de los bolsillos de los venezolanos, en especial de los estados fronterizos Zulia y Táchira, el negocio va en alza al punto de haber aumentado la comisión de 20 a 40 bolívares en un mes.
“Empezaron a pagar 20 bolívares por cada billete de cien, pero ahora ya pagan 30 y hasta 40, en apenas un mes o mes y medio”, asegura Javier.
Así va mermando la entrega de billetes de alta denominación en los cajeros automáticos de Maracaibo, que otorgan hasta 6 mil bolívares en efectivo mediante operaciones de retiro convencional, sin contar que los tarjetahabientes pueden extraer hasta 24 mil bolívares con procedimientos especiales.
“La venta se hace solo con billetes de 50 y 100 porque es más fácil el traslado tanto para el vendedor al momento de llevarlo a Colombia, como para el comprador cuando viene a Venezuela a buscar lo que quiera llevarse”, expone el taxista, haciendo alusión a que ya no solo se trata de alimentos, productos regulados y combustible, sino también de electrodomésticos, insumos médicos, material ferretero, de farmacia, ropa, madera, pescado y pare de contar, por lo que, cada vez más, las casas de cambio en la frontera “no se dan abasto”.
“Y es que no debe ser en vano”, sostiene Ana Boscán, encargada de una tienda de artículos de tecnología ubicada en un centro comercial ubicado en la zona norte de Maracaibo. “Nosotros hemos detectado la compra constante de clientes que se están llevando a Colombia teclados, pantallas, laptos, tabletas, y otros dispositivos electrónicos, en gran volumen, al punto de que hemos tenido que restringir las ventas en cuanto a la cantidad de artículos. Ahora no vendemos más de dos artículos de la misma marca. Si un comprador necesita ocho teclados, por ejemplo, le vendemos dos de dos marcas diferentes, por día. Sabemos que salen a Colombia al momento de emitir las facturas y solicitar los datos del comprador. Efectivamente pagan con billetes de 100 bolívares”, confirma la encargada del local comercial.
Para otros, la especulación también tiene cabida en esta fuga de la moneda venezolana a la tierra que vio morir a Bolívar. “Se dice también que la alta demanda de los billetes en Colombia obedece a que aquí los compran para someterlos a un proceso químico que les borra la impresión por completo para luego imprimir en ellos una versión falsificada del dólar. Pero es algo que no se ha confirmado. Yo creo que es bastante difícil, pero si el río suena es porque piedras trae”, dice Rodríguez al referirse a un rumor que ha circulado ante la alta demanda de los billetes venezolanos en Colombia.
Frente a esta posibilidad, un funcionario jubilado del Banco Central de Venezuela, y quien prefiere omitir su nombre expone: “Eso es algo imposible. Los billetes venezolanos están impresos con la más alta tecnología y calidad. La Casa de la Moneda, ubicada en Maracay, estado Aragua, posee maquinaria con tecnología de punta, entre ellas una rotativa Super Simultan II. Esta máquina puede imprimir, a un turno, 320 millones de piezas al año. Además, si el interés fuera borrar la impresión para imprimir dólares no comprarían solo los de alta denominación, pues de cualquier denominación serviría, si lo que se necesita es el papel moneda”, asegura el jubilado de la institución.
Ante la calidad de impresión de los billetes venezolanos se conjuga también la reciente versión oficial del dólar, cuya emisión se debió precisamente a disminuir los niveles de falsificación y por cuya razón se rediseñó con características de seguridad desarrolladas: la banda de seguridad avanzada en 3-D, la imagen de una campana en un tintero y una marca de agua, según reseñó la embajada de Estados Unidos en Venezuela, el año pasado. “Por eso —agrega el extrabajador del BCV— no creo que ése (borrar bolívares para imprimir dólares) sea el fin de la compra de los billetes venezolanos en Colombia; sin embargo es digno de investigar por parte de las autoridades”.
Sin importar cuál sea la verdadera razón, Javier asegura que ha hecho más de cinco viajes a Maicao en los últimos cuatro meses. “Empecé llevando a tres personas que hacían lo mismo y me pagaban el traslado. Hasta que yo me animé y empecé a ahorrar los billetes para hacer la venta del efectivo allá. El riesgo es menor a llevar productos que pueden ser decomisados. Por eso, si se lleva gran cantidad una parte es adherida al cuerpo, es decir, uno se forra con los billetes para tratar de no levantar sospechas. De esa forma, si los guardias revisan el carro no consiguen nada”, describe.
El taxista, con una notable labia, explica que se arriesga, además, porque cuando le pagan en efectivo aprovecha y los cambia en dólares en las casas de cambio, pues “en Venezuela, por el control de cambio y los procesos tan estrictos, hacen que adquirirlos sea todo un proceso. Por eso, sea porque necesito dólares o multiplicar mis bolívares hago mis viajecitos encomendado a Dios y rogando no ser ‘cachado’ por las autoridades”.
En la frontera tachirense con Cúcuta el mecanismo ya ha sido detectado, por lo que en diciembre del año pasado militares adscritos al Destacamento de Fronteras N° 13 del Comando Regional N° 1 de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) detuvieron a dos venezolanos que contrabandeaban 535 mil bolívares en billetes de alta denominación, en la localidad de Colón, al norte del estado Táchira.
En el caso de la frontera con el estado Zulia, el general de división del Comando Regional 3 de la Guardia Nacional Bolivariana, Manuel Graterol, sostiene que se han hecho incautaciones, detenciones y presentaciones ante el Ministerio Público por los casos.
“En febrero, hubo en Carrasquero una detención de un vehículo que llevaba 1.350 millones de bolívares (más de un millardo antes de la reconversión monetaria) escondidos en el motor y otras partes de la unidad. Tal cual como transportan la droga, así se llevaban los billetes”, asegura el general Graterol, quien agrega que en el Sur del Lago se produjo otra detención, pero se trató de 60 millones de pesos que ingresaban a Venezuela.
“Se presume que venían desde Colombia a comprar los bolívares aquí, pero los iban a pagar con pesos”, explica.
Mientras tanto, cada vez son más los cajeros automáticos que emiten el efectivo en billetes de menor denominación y más frecuentes las oportunidades en las que cambiar un cheque en un banco se convierte en una odisea. Así lo resume, con aflicción y molestia, un marabino que sale de una sucursal bancaria en el centro de Maracaibo: “No cambié el cheque porque en vez de darme 60 billetes de 100 me iban a dar 300 de 20. Los de 100 se van pa’ Colombia. ¡Insólito!”.
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